Personas laicas y religiosos de todos los carismas de la Iglesia. Incluso personas no católicas o de otras confesiones. El amor de Dios no pone barreras a los hombres. Se organizan para hombres y mujeres de manera independiente. Al retiro vienen gente de todas las sensibilidades de la Iglesia, personas de las parroquias, incluso sacerdotes y consagradas. Todos necesitamos experimentar el amor de Dios en nuestra vida. También llega gente alejada de la fe y de la Iglesia o personas con una vida sacramental más tibia.
Es común escuchar a muchos asistentes que han acudido al retiro obligados por sus amigos o familiares. Una vez el retiro ha finalizado todos dan gracias a Dios por esta experiencia de fe, por haber reconocido de nuevo a Dios caminando a su lado. Parten felices a sus casas, con sus familias, a sus entornos profesionales necesitados de transmitir esta experiencia. Cuando Dios transforma tu corazón y cambia tu percepción de la vida tienes necesidad de transmitirlo.
Los asistentes al retiro salen alegres como esos discípulos de Emaús. Y siguen esas palabras del papa Francisco de convertirse en canales para transmitir el amor de Cristo. Estamos llamados a hablar de Jesús a todos nuestros coetáneos, nos sólo en la comunidad parroquial sino, especialmente, en los entornos en los que nos movemos.
Emaús es un camino de peregrinaje. Así es nuestra vida de fe. Se trata de encontrarse con Jesús al que tantas veces no lo reconocemos en nuestra vida tan vacía y tan llena de cosas materiales.
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